miércoles, 28 de septiembre de 2016

Aportar luz desde la terapia

   Cuando acudimos a terapia, en muchas ocasiones vamos con un problema que nos preocupa, que nos está dificultando el día a día, y pretendemos que sólo con ir a la consulta se solucione. Esperamos
de lxs psicólogxs que nos apunten con su varita mágica y de repente todo vuelva a ser "normal". Obviamente, no lo decimos así, pero solemos expresar esto con frases como "he venido a terapia para encontrar la solución", "quiero que me aconsejes sobre qué hacer"...

  El papel de la psicóloga no es solucionar, resolver, o decidir sobre las vidas de las personas que tiene delante, sino más bien acompañar, apoyar, enseñar herramientas, promover consciencia. Es una función principal el ayudar a iluminar todos aquellos elementos que permanecen en la oscuridad de cada océano personal, para ir conociéndolos, en forma y contenido, color y peso, ir sacándolos a la superficie en la que es posible manejarlos.

   La persona que empieza un proceso terapéutico está dispuesta a sumergirse, acompañada, para ir poniendo luz en aquello que quiere trabajar de sí misma y de su vida. Y no es fácil. Porque ni siquiera la linterna que utilizan va a pilas, es de esas que transforman la energía mecánica en eléctrica para iluminar, que hay que estar continuamente accionando para que funcione. Es un trabajo a veces duro y pesado, pero es necesario en algunos momentos, y con el tiempo se va automatizando, como cualquier aprendizaje.

     Aprender, desaprender, reaprender... De todo eso se trata la terapia.