miércoles, 30 de diciembre de 2015

Año nuevo... ¿Vida nueva?



Solemos tener expectativas estereotipadas para casi todo, y las fiestas de navidades no son una excepción. Cuando pensamos en las navidades, inevitablemente asociamos ideas como el reencuentro y el recuerdo de quienes ya no están, la unión familiar, alegría, celebración, abundancia de comida, compras, pedir, dar y recibir, el cierre de un ciclo y el inicio de otro nuevo…

Muchas veces queremos que se cierre un ciclo que dejamos atrás, pero sin actuar de forma que facilitemos la transición hacia uno nuevo, sino simplemente esperando que se resuelva solo de un día para otro, como si las 00.00 del día 1 de enero borraran por sí solas todas aquellas cosas que queremos dejar atrás o cambiar.


¿Cómo podemos aprovechar estas fechas desde una perspectiva personal o relacional?

          En el ámbito personal
  • Tomar conciencia de todo aquello que queremos dejar atrás o cambiar con el término del año, como la oportunidad de realmente tomar una postura activa.
  • Enfocar el cierre del ciclo como un cierre de nuestra misma actitud frente al problema, es decir, que lo que debemos modificar es la actitud con la que hemos encarado hasta ahora el problema, puesto que la dificultad no va a desaparecer por sí sola. Para que pase algo diferente, hay que hacer algo diferente.
  • Poner conciencia en lo que tenemos y somos, en lugar de en aquello que creemos que nos falta o no hemos conseguido ser aún. Es fundamental enfocar lo positivo para partir de las fortalezas que poseemos y no desde las carencias.
  • Hacer un balance de todo lo que hemos logrado o hemos mantenido durante el año, en el plano personal, profesional, familiar…
  • Agradecer por el presente, por el aquí y ahora.
  • Orientar los deseos de año nuevo hacia un desarrollo personal y no material.
  • ¿Qué me regalo yo?
  • Reflexionar qué quiero y necesito y cómo me lo estoy impidiendo, para poner en marcha un plan de acción.

          En el ámbito relacional

Habrá algunas (o varias) personas de la familia que no nos apetezca ver, y solemos imaginar que aquella reunión familiar será un momento desagradable e incómodo sólo por tener que compartirlo con ellas. Además, la incomodidad no es sólo de una misma, sino también del resto de los miembros de la familia, que perciben la tensión. Estas personas que no nos caen demasiado bien, pueden ser de la propia familia de origen, o de la de la pareja...
Si es, pongamos como ejemplo, mi propia tía la que no tengo ganas de aguantar en la cena, hago un esfuerzo, como llevo toda la vida haciendo, y cenamos igualmente, pero si ya es el tío de mi pareja, me va a costar más trabajo ceder para compartir con él la comida, así que espero que sea mi pareja el que ceda y acepte no comer con él. Es por esto que las navidades pueden ser un buen momento para sentarnos con nuestra pareja a analizarlo, y negociar y decidir entre ambos los límites para que no suponga un conflicto cada vez que se organicen reuniones familiares. Puede convertirse en una oportunidad más para ir creciendo como pareja.

Con respecto a los hijos e hijas, está bien revisar qué les vamos a regalar y si con eso que le regalamos estamos intentando suplir algunas necesidades que podemos cubrir de forma no material. Por ejemplo, intentar incluir juguetes que supongan actividades en grupo, con los amigos y con los padres y madres…

La persona que ya no está. Sería muy bonito que se dedicara un momento de las fiestas para recordar a esa persona querida que ya no está, y si nos apetece, llorar por aquellos abrazos eternos que nos daba, o reírnos de esa loca aventura que vivimos... Es una buena oportunidad para mencionar momentos o aspectos positivos de esa persona y compartirlo con el resto de la familia. Dedicar ESE momento para el recuerdo, desde una perspectiva positiva y no desde su ausencia, es darle un sitio a la emoción que nos embarga y que suele entristecernos en estas fechas.

Por último, es momento también de hacer propósitos de año nuevo. ¿Es que cumplimos todos los del año pasado y necesitamos unos nuevos? Lo más probable es que no. Pero no pasa nada, los reescribimos. Eso sí, deberíamos tener en cuenta que las metas que nos propongamos deben ser asequibles, y ponernos pequeños objetivos fáciles de alcanzar.
Por ejemplo, si queremos ponernos en forma cuando nunca hemos hecho ejercicio o deporte de manera habitual, podemos empezar por proponernos ir un día a la semana al gimnasio, o dos días a caminar. Si nos proponemos ir directamente 3 veces al gimnasio puede que nos resulte algo bastante más lejano. Si queremos subir 12 peldaños de una escalera siempre va a ser más fácil subirlos de uno en uno que de tres en tres.

Tampoco parece muy fácil proponerse dejar de ser X, siendo más sano precisamente empezar a querernos justo por lo que somos, con la X incluida.

Empezar a cuidarnos y disfrutarnos por todo lo que somos.
Desde hoy.
Desde ahora mismo.



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